Letras Revueltas | Se hizo la luz

Por Illari Alderete

Estamos en abril y el prólogo es la semana santa católica. Durante años, debido a la influencia de mis abuelas, vi el Mártir del Calvario, Ben Hur, Los 10 mandamientos y otras películas que exaltaban el espíritu religioso. Me gustaba el sabor a jazmín y manzanilla que desprendían como el de los panes de la iglesia que se reparten en la visita de las siete casas. ¿Se puede ser religiosa, académica, feminista y marxista a la vez? La respuesta práctica es sí, la teórica es no. 

Como parte de la herencia de mis abuelas, el año pasado, en las vacaciones de semana santa, decidí ver Mahoma, El mensajero de dios, y vi desde otro ángulo lo que significa ser religioso. Sí está la alabanza, la fe, pero no hay un ser tangible que represente lo que está más allá. A Mahoma se le personifica con la luz, con los sonidos, a través de la presencia de los demás. No se le puede mostrar. La película gira en torno a él y, sin embargo, nunca lo vemos. Sólo sabemos por la posición de los demás que está allí, que su presencia tiene temerosos a los que no aceptan las diferencias. Mahoma habla en favor de la igualdad entre todos, así como Jesús, el distingo más evidente es que no hay imágenes sobre él. Pese a que no hay forma de saber cómo era Mahoma, por la zona en la que nació, podemos inferir que fue moreno al igual que Jesús, de esto último ya hay pruebas. (Taylor, E. Joan. What Did Jesus Look Like?)

¿Acaso los que crecieron en la fe católica son tan distintos de la musulmana? Ambas profesan el amor por el otro con la limosna y el ayuno, compartir el hambre con el otro y ¿con la otra?  Ni en la Biblia ni en el Corán hacen una discriminación por género. ¿La misoginia es inherente a las religiones? Emma Bonino(2005, De la mujer y la religión) señala que más que la religión son las personas (reaccionarias y conservadoras), que confluyen en ella, las que la utilizan como plataforma para expresar su misoginia. La interpretación que hacen de ella hombres y mujeres machistas, convierten a la religión en un terreno hostil. A veces afirmamos, sin detenernos a reflexionar, que la religión es la que ha provocado muchas guerras. ¿No son los hombres fascistas los que se valen de ella para justificar sus acciones? 

En ¿Y ahora a dónde vamos? de Nadine Lavaki, las mujeres (cristianas y musulmanas) logran trascender la guerra por medio de la solidaridad, ambos grupos se alían porque se dan cuenta de que lo que tienen en común, además de las costumbres y el territorio son los muertos. ¿Acaso sus dioses querrían eso? Las mujeres comprenden la esencia de ambas religiones que no es la verdad de un profeta u otro, sino el agradecimiento por la vida en la tierra.

«Estoy segura de que muchas identificamos allí violencias que cotidianamente vivimos y que tal vez estas escrituras son un faro de luz para varias que navegan perdidas escuchando el canto del amor.»

La exaltación por lo justo en esas películas me dejó pensando: ¿la creación debe mostrar las injusticias sociales? ¿Debe mostrarnos el camino? En cuanto a la escritura, Dahlia de la Cerda dice que sí: por eso sus personajas son claramente feministas y no sólo son eso, también son diversas y pertenecen a una clase social que no suele retratarse en la literatura. No basta con escribir desde nuestro ser mujeres, hay que evidenciar que se parte de una postura. Como la que muestra Selva Almada con Chicas Muertas al denunciar a los feminicidas que se escondieron bajo el telón de la democracia. O como lo hace Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana al colocar un asunto delicado para ella bajo la lupa, al mostrarnos no sólo el horror de perder a una hermana, sino también lo fabuloso que debió ser “ser” Liliana o al menos estar cerca de ella y lo marchito que quedó el mundo con su pérdida. Estoy segura de que muchas identificamos allí violencias que cotidianamente vivimos y que tal vez estas escrituras son un faro de luz para varias que navegan perdidas escuchando el canto del amor.

En la academia uno de los adjetivos más desdeñables es el de literatura panfletaria. Si la crítica califica una obra como panfletaria es seguro que quede olvidada en los anales. Lo mismo ocurría¿ocurre? con la que es calificada como femenina. En algún momento, en la historia de la literatura mexicana se utilizó la palabra “afeminada” para cuestionar la existencia de una literatura de renombre. Los estridentistas, movimiento vanguardista acompañado de activismo social y político, y los Contemporáneos dieron pie a esta polémica. Me pregunto que pensarían ahora de la escritura feminista que, además, es abiertamente panfletaria. Aunque parezca algo lejano, recientemente escuché esas voces que insisten en hablar de “alta literatura”. 

Este año, como parte de mi ritual religioso, vi  La sociedad de la nieve, comencé a verla con dolor en el estómago porque recordaba referencias macabras sobre el suceso. Me imaginaba una especie de Holocausto caníbal, mas me encontré con una grata sorpresa. El suceso fue trágico, pero más allá de lo que tuvieron que hacer para sobrevivir, vi la belleza de la vida, la espiritualidad llevada al máximo. Fue una película que me impactó mucho. Al comienzo de la película me pregunté: ¿qué habría hecho yo? ¿habría sobrevivido? Quizás suene desesperanzadora mi respuesta, pero yo me habría rendido en el día uno. Me habría tirado en una esquina y habría esperado a que el frío hiciera lo suyo. Mi pregunta no fue por qué decidieron comer carne humana, sino por qué decidieron continuar. ¿Qué era lo que les parecía tan increíble que debían soportar frío, hambre, sed, dolor para seguir viviendo? Algo los motivaba más allá de las circunstancias. Quizás hay un poco de idealización en la historia, pero pese a los pronósticos de los sociólogos y los psicólogos, no terminaron violando todas las leyes debido a las adversidades; al contrario, fueron éticos en la mayor parte de sus decisiones. Formaron una sociedad solidaria, equitativa, fraternal; descubrieron sus verdaderos rostros y no fueron tragados por el dios de las mil máscaras. Al finalizar el filme sentí alivio, revivieron en mí la esperanza y las ganas de sobrevivir a todo, aunque parezca que no hay futuro. La película logró reescribir mis memorias de la infancia, ya no pienso en caníbales en los Andes, sino en la belleza de la vida por la cual lucharon los 16 sobrevivientes.

Quizás lo religioso para mí es la solidaridad humana, esa sensación de pertenencia a un lugar. La capacidad que tenemos las personas de continuar pese a los malos pronósticos. Pienso en Angela Davis peleando en prisión por un trozo de papel para enviar cartas denunciando las injusticias carcelarias aplicadas sólo a las personas racializadas y en la voces que la animaron a continuar fuera de la celda, esto lo narra en su autobiografía. Cómo no escuchar a Camila Sosa en Las malas quien retrata la vida de las mujeres trans, a quienes hoy se les sigue negando su derecho a la identidad. Cómo negarle el título de literario al poemario Cuerpo de Azul Ramos que denuncia la desaparición de Carlitos, su primo. “Lo vulnerable es vivir en un armario de cuerpos, de fosas clandestinas.” “Verme a mí desaparecer en esta búsqueda”. (2023, pp.24-25)

Quiero terminar este recorrido con Ruperta Bautista denunciando la matanza de Acteal de 1997, para la que aún no ha habido justicia.  

“Plegaria y humedad de la selva

en minutos se convierten río de sangre,

las alabanzas se visten de agonía

florando en el polvo destructor.”

(Cantares de Acteal,1998)

Sus versos alumbran la página. Amén.

Illari Alderete

Amante de las letras, de los libros, de las series, de las tardes lluviosas que traen un dejo de nostalgia. Soy docente desde hace una década y me he descubierto alumna desde entonces. Me gusta soñar e imaginar otras posibilidades aunque a veces se conviertan en pesadillas. Recobré el camino de la escritura hace casi un año cuando las experiencias en forma de palabras comenzaron a desbordarse y, aquí estoy, aferrada a otra posibilidad.

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