Extraño Cotidiano * El leñerito

Susana Argueta

Un relato contado por la abuela y las tías de Real del Monte, Hidalgo.

A Bertha, Micaela, Juanita. Las extrañamos.

Era una niña muy hermosa. Sus quince años se reflejaban en el agua del río donde había ido a llenar su cántaro. Se detuvo un rato a peinar sus cabellos mientras su canto llamó la atención de un joven leñerito que se acercó a ella. Después de escucharla un rato, se acercó a ella:

– ¡Qué bella eres! Quiero pedirte algo. Necesito ir a la iglesia, pero vengo muy cansado, no puedo caminar. Llévame cargando en tus espaldas.

La niña se sorprendió al principio, pero, viéndolo tan débil y flacucho, decidió ayudarlo.

– Sólo te pido un favor. Mientras me llevas, no voltees a verme, pase lo que pase, escuches lo que escuches, no voltees.

Imagen: Callejón en Real del Monte @Susana Argueta.

– Eres extraño, pero te ves mal. Te voy a ayudar.

– ¿Me llevarás a la iglesia y no voltearás en el camino?

– Te doy mi palabra.

El leñerito dejó su atado junto al río y se trepó fácilmente en las espaldas de la muchachita. Andando, andando, fueron acercándose al pueblo; al principio, caminaban ligeros, pero poco a poco el peso fue aumentando.

– Ahora yo estoy muy cansada, pesas demasiado. Te voy a bajar.

– ¡Me diste tu  palabra, por favor, no me dejes caer!

– ¡Pero es que te mueves mucho, parece que chicoteas!

– ¡Por favor! ¡Llévame a la iglesia! Ya casi llegamos.

La niña era noble y quiso cumplir su palabra. Extenuada, llegó hasta el pueblo, entró y se dirigió a la plaza. La gente la miraba espantada, señalando al bulto que traía en la espalda. Ella se dio cuenta y quiso voltear a ver.

– ¡No me mires!

– ¡Pues deja de moverte tanto!

La gente se iba amontonando detrás, sin atreverse a alcanzarla, ni decirle nada, sólo cuchicheaba. Haciendo un esfuerzo muy grande, la niña, llegó al atrio de la iglesia y entró. Lo que traía en sus espaldas se retorció exageradamente y venció con su peso las piernas de la pequeña. Justo antes de subir al altar, cayó de rodillas y no pudo vencer las ganas de voltear. Lo que había detrás de ella era un monstruo horrible, una gran serpiente negra con voz de humano:

– Si me hubieras llevado hasta el altar, me hubieras desencantado. ¡Faltaba tan poco! ¡Te dije que no voltearas!

Publicado por Sus Argueta

Andadora de caminos y palabras, buscadora constante de miradas maravillosas, gente extraordinaria y evolución trascendente.

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