El desborde. Relatos del mundo que habito | La que escucha


Por: Ximena Moranchel


«Cuéntame», me dice mi analista y le digo que quiero ser tantas personas a la vez que no me alcanza la vida. Y la vida que si tengo se me escurre entre las manos.

Y él dice que elegir es renunciar. Y yo le explicó que el problema es que no sé a qué caminos renunciar. O peor aún qué camino elegir.

Mi cabeza se enreda y se vuelve una telaraña. Y yo no puedo hablar de ello. No es sencillo explicar los nudos que una lleva dentro. Ojalá al menos yo los entendiera.

Y no es que tenga miedo a equivocarme. Eso lo hago todo el tiempo, estoy acostumbrada. Ni siquiera sé si es miedo. Sólo estoy paralizada. Ver tantas puertas posibles me da dolor de estómago. Y unas inmensas ganas de vomitar. Qué sabio el cuerpo. Sabe de cosas de las que yo ni me entero.

Y yo que no puedo hablar. No puedo hablar de ello. Siempre contesto bien cuando alguien me pregunta ¿cómo estoy?

Hace unas semanas leí que Ximena significa «la que escucha», me eché a reír. De lo que se viene a enterar una a estas alturas. Escuchar es mi trabajo, es mi manera de decirle al otro que lo quiero y que me importa, es mi nombre y además un refugio.

Resulta que ahí estoy a salvo, ninguna pieza del Jenga se mueve. En cambio, si hablo, si hablo toda la torre se va al carajo.

«¿Igual lo divertido del Jenga es que todo se vaya al carajo para empezar de nuevo a jugar, no lo crees?», me pregunta y antes de que pueda responder, el reloj marca las 11 y la sesión ha terminado.

Ximena Moranchel Gutiérrez. Licenciada en Psicología Clínica por la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). Cursó un semestre de la licenciatura en la Universidad de Buenos Aires. (UBA). Ha participado en diversos talleres entre ellos en el curso de Psicoanálisis y Género impartido por Ñandutí. Actualmente trabaja de manera independiente, dando terapia en línea en su mayoría a migrantes hispanohablantes. En el 2016 migró a Buenos Aires y desde entonces su corazón está dividido entre dos lugares; México y Argentina. Feminista, viajera y nostálgica a tiempo completo. Escribe para no asfixiarse y lee para poder respirar. 

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