Letras Revueltas| Pérdidas y duendes

Por Illari Alderete y amigas(os)

A mi abuelita, Bicha.

Durante el eclipse del 8 de abril, llevé a mis alumnos del taller de Redacción a observarlo, a percibir sentimientos y emociones. En el eclipse de 1991, yo tenía ocho años, mi padre nos compró utensilios para poder verlo, recuerdo que estaba tan emocionado que inevitablemente me hizo ser consciente del momento del que estaba siendo testigo. Mis estudiantes me contaron lo que esperaban que pasara (oscurecimiento total, rapidez, etc.) en contraste con lo que estaban observando (luz cálida, calma). Después de una hora y media, la penumbra nos inundó, el taller terminó y nos separamos. Sentí que volví a  casa con una carga inusual.

Alrededor de los eclipses ha habido muchos mitos, como el de la Coyolxauhqui, razón por la que hoy tenemos un espacio para escribir con ese mismo nombre. Ese día, mi amiga Adriana, quien tiene aún una conexión con la lattice, nos recomendó bañarnos con sal para que la sombra no nos lastimara, pero no hice caso a sus avisos. También se les recomienda a las mujeres embarazadas amarrar un lazo rojo en el vientre para que su hija o hijo no nazca con labio leporino, algunos otros mencionan que si le soplas a una verruga, en dirección al eclipse, desaparecerá. No sólo es un día para la observación astronómica, también es un día propicio para que la magia cotidiana vibre con mayor profundidad. 

Al día siguiente pasé mucho tiempo buscando el par de uno de mis calcetines. Pensé que seguramente se había ido detrás de mi cama, lugar en el que mi otro yo suele guardar las cosas perdidas, pero no encontré nada.

En un programa de radio escuché que el locutor decía que durante el eclipse de 1991 se había encontrado con un duende, él tenía 5 años, recuerda vagamente que era como un señorcito. Ese día, al querer ir a mi trabajo, busqué las llaves de mi auto, suelo dejarlas en el porta llaves para no perderlas, porque he llegado a miles de lugares tarde debido a mis constantes distracciones, para mi sorpresa, ya que mis distracciones me han hecho metódica, las llaves no estaban en su lugar, me la pasé buscando 15 minutos, hasta que decidí usar las llaves de repuesto, fui al auto y cuando me subí, las llaves estaban en el asiento. ¿Cómo ocurrió aquello? Me recuerdo colocando las llaves en su lugar. 

La historia cuenta que los duendes son seres pequeños que se sienten atraídos por la riqueza, son cuidadores de la naturaleza, aparecen después de fenómenos importantes como los arcoíris y los eclipses. Hay de distintos tipos; los del hogar y los del bosque. Pueden ser buenos acompañantes en la casa, pero si no se les complace, pueden ser un fastidio. De ahí que haya distintas representaciones de los duendes, una de las más tenebrosas es la del Duende maldito (Leprechaun) que trata de un duende que busca venganza porque le han robado su olla de oro. Es una película que mezcla el terror y el humor, hoy la conocemos como comedia de terror.

Después del eclipse, pasé muchos días agitados, evaluaciones en la escuela, cumpleaños de personas cercanas, mi abuelita en cama. Uno de esos días que llegué a casa me mantenía inquieta, las cosas caían sin razón. Encontré el juego de cartas que compramos en Baja California fuera de lugar y abierto. Comencé a tomar fotos, para mostrarle a mi pareja que no soy yo la que imagina y mueve cosas. “Tal vez se cayó por los microsismos que producen los transportes de carga que pasan alrededor”, me dijo.

Otra representación de los duendes aparece en la película El Ojo del Gato(1985). En la cultura popular se dice que los duendes roban el aliento a las personas o la energía vital, provocan pesadillas e incluso maleficios. En la película, en la tercera historia, se cuenta que alrededor de un vecindario ha habido varias muertes de niños por hipoxia o asfixia. El gato, que es la unión entre las historias, entra a la recámara de una niña que tiene miedo de dormir, por las pesadillas y la falta de aire. El gato y ella duermen, cuando se escucha un trueno y un duende (gnomo) entra por la pared, trepa a la cama y comienza a robarle el aliento a la niña. Recuerdo esta escena como una de las que más miedo me han producido. ¿A quién más se le iban a ocurrir estas historias si no a Stephen King? Creo que él y el cine produjeron mi gusto por el terror.

Me llama mi madre, mi abuela ha dejado de comer y toma poca agua. Le cuesta trabajo respirar. Decido ir a verla. Me acerco a ella tratando de platicar, no sé si me escucha, pero le digo, estamos todos, no tengas miedo. Mi abuela asiente. Mientras era niña la comida solía ser ese momento odioso en que tenía que distraerme de mis juegos, de mis series, de mis libros, pero cuando visitábamos a mi abuela Bicha, le decía así porque la imaginaba como un gato gigante, lo más rico era la hora de la comida. Con el tiempo comprendí que esa era su forma de amar. Mi abuela solía hacer buñuelos riquísimos y yo le hacía chistes porque ella se conformaba con los bimbo. Ese día le pregunté si quería unos y me dijo que sí. Mi abuela era juguetona incluso con la muerte acostada a su lado. Es un tesoro. 

Los duendes pueden ser amables también, uno de ellos es el duende Zahori, es un duende del hogar y si le ofreces un salmo, ayuda a encontrar cosas perdidas. Las personas podemos pensar que los duendes que roban la energía vital son malos, pero también se dice que se llevan a las personas cuyo valor excede al de los demás. Tiene lógica si pensamos que les gustan los tesoros. Recuerdo una caricatura que se llamaba Bosque mágico, en ella el guardabosques te hacía pequeñito como un duende. En cada capítulo, el niño o niña pedía un deseo, que muchas veces tenía que ver con problemas familiares. El bosque, los animales, los niños en forma de duendes transformaban cómo se percibía la realidad.

De regreso a casa, en un alto, un señor se puso a limpiar mi parabrisas, por instinto siempre digo que no, porque nunca llevo monedas, acepté la limpieza y cuando me puse a buscar mi cartera me di cuenta de que no estaba, llevaba todo el día sin usarla. Tuve que disculparme, por la pérdida de otra de mis cosas. Desde el eclipse no encuentro nada.

En el podcast de las Morras malditas cuentan que los duendes tienen esta forma arquetípica: son como personitas, tienen gorro, mallas rayadas, traje verde y un cascabel. Coinciden en que cuidan el oro, lo protegen o lo ofrecen a cambio de algo. Si suena una campana es que dejan dinero. Todo depende de que les agrades. Suelen aparecer cuando se les necesita. Como en Arriety y los diminutos (2010), en la que Arriety, un duende, ayuda a Shö que es un niño con problemas en el corazón. 

Son las 8 de la mañana, suena una campana y mi teléfono vibra. La noche anterior no pude dormir porque tuve el presentimiento de que algo le pasaría a mi abuela. En el mensaje leo: “Se ha ido”.

Me quedé en tus pupilas, mi bien

Ya no cierro los ojos

Me tiré a lo más hondo

Y me ahogo en los mares

de tu partida

de tu partida. 

      “Estrellitas y duendes”, Juan Luis Guerra

En la mesa encontré un montón de monedas antiguas. Ahora sé que mi abuela está al final del arcoíris aunque yo esté perdida.

Illari Alderete

Amante de las letras, de los libros, de las series, de las tardes lluviosas que traen un dejo de nostalgia. Soy docente desde hace una década y me he descubierto alumna desde entonces. Me gusta soñar e imaginar otras posibilidades aunque a veces se conviertan en pesadillas. Recobré el camino de la escritura hace casi un año cuando las experiencias en forma de palabras comenzaron a desbordarse y, aquí estoy, aferrada a otra posibilidad.

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