Letras que ab (sorben/sortan) | Cuentos y apropiaciones

Maleni Cervantes

Debo confesar que no hay nada más hermoso que escribir por medio del recuerdo. Evocar imágenes del pasado, palabras, texturas, sensaciones, conocimientos, un mundo imaginario dentro de una realidad tangible. Un mundo irreal que a la vez es significativo y verdadero.

A final de cuentas, un escritor es alguien que une distintas piezas de rompecabezas para crear un puzle completamente desconocido. Digamos que las piezas de su pasado y su presente son fichas de lego que hay que ir ensamblando hasta crear una obra fantástica.

Y, hoy, me encuentro hablando desde el pasado y la añoranza de los cuentos infantiles. Cuando era niña no había nada que me gustara más que el hecho de que mi mamá me acurrucara para contarme cuentos, historias fantásticas, leyendas…

Siempre había cosas por imaginar. Que si el niño que vendía chile sería visitado por una calaverita que lo castigaría por ser poco amable con los ancianos; que si una patita se encontraría una moneda con la cual compraría un moño que la haría la soltera más codiciada en el reino animal; y como era de esperarse, también aquellas historias más conocidas como los cuentos de princesas o los bien conocidos por todos como Caperucita Roja.

La verdad es que sí, escribo para recordar esas noches y mañanas amenas, con la intención de contar una historia que entretenga y que se disfrute. Escribo con base a una añoranza de no perder el buen hábito de tener algo por decir.

Aunque, también, escribo para tratar de apropiarme de aquello que se quiere escabullir entre mis manos con el pasar de los días. El olvido viene y yo lo alejo recordando a través de las líneas escritas del cuaderno.

Un día un maestro llegó a comentar en clase que cada quién se apropia de las historias que lee, porque un libro tendrá distintos significados de acuerdo con la cantidad de lectores que lleguen a él, ya que cada quien les da una resignificación a sus lecturas. Entonces, ¿por qué no hacer de la escritura el juego de las resignificaciones?

El escritor crea a partir de lo que conoce y de la apropiación de ello y de lo que lee para inventar un mundo fantástico de tal forma que los lectores también hagan lo mismo. Lo que se convierte en un ciclo de nunca acabar (y ojalá que nunca se termine).

Un ejemplo de este juego serían los fanfics que no son más que historias de aquello que el escritor esperaba de alguna obra de arte en especifico o de una situación de la vida real. En otras palabras, los fanfics son historias producto de las apropiaciones de un escritor que quiere contar algo con lo que se ha cruzado a lo largo de su vida.

Escribir una novela, cuento, fanfic, relato, crónica, es un ejercicio de memoria y reflexión interna que responde a preguntas como: ¿qué me hizo sentir “x” cosa/situación?, ¿cómo puedo asimilarlo?, ¿cómo puedo contar eso que me llamó la atención?, ¿qué quiero decir y hacia quién voy a dirigir mi mensaje?, ¿qué significado tienen para mí las cosas que me rodean y cómo lo puedo expresar?

Las personas cuentan, dicen, conversan, escriben, porque siempre habrá algo por expresar. Añoran que los demás conozcan lo que sienten o aquello que desean hacer creer a los demás.

Mientras las personas sean capaces de imaginar y apropiarse habrá miles de relatos esperando por nosotros a la vuelta de la esquina. Así como la novela de Ana Clavel El amor es hambre.

Esta novela es uno de los mayores ejemplos de lo que es resignificar algo para luego, a su vez, contar algo. El texto es una apropiación de un cuento que todos nosotros conocemos desde la infancia: Caperucita y el lobo.

No obstante, no es lo mismo escuchar el relato en la infancia, donde se nos quiere imponer una visión infantil y cargada de valores socio-culturales, a leer una versión que hace una resignificación para un público adulto que ya no tiene el mismo contexto tanto por la edad como por las vivencias experimentadas. En la infancia hay unas necesidades, en la juventud y adultez, otras.

Digamos que es una apropiación íntima a lo que uno esperaría del cuento de Caperucita y el lobo, ya que en esta versión veremos como una mujer (la caperuza) aprende de su vida erótica por medio de la comida haciendo alusión a esa necesidad de devorar y ser devorada, el conocer su intimidad por medio de la mordida y la degustación.

En el cuento original hay muchos aspectos que pueden ser retomados para comenzar a trabajar en un texto diferente. En este caso, se retoma la figura del lobo y la caperuza a través del acto del deseo y del comer. Sólo que, en este caso, la caperuza elige a sus lobos feroces porque no se dejará comer por cualquiera, sino por aquellos lobos viejos que tengan algo que enseñarle tanto en el arte culinario como en el sexual.

Si nos damos cuenta, es una gran apropiación de un cuento tradicional infantil a un relato erótico contemporáneo. Una recomendación para degustar una tarde de domingo.

No obstante, esta novela es una de las tantas recomendaciones que se pudieran dar con respecto a las apropiaciones de cuentos tradicionales llevados a una realidad inmediata, ya que otro ejemplo pudiera ser Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite donde la analogía con el cuento tradicional va en un sentido para nada erótico, pero sí más dirigido a un público adolescente y aventurero con toques de imaginación no agotada. Aunque, esa recomendación la dejaremos para otro día.

Lo que sí me gustaría plasmar aquí con ustedes para finalizar la columna del día, es una pequeña cita de la novela de Ana Clavel (2015) para que se den idea de lo que pueden encontrar si le dan una oportunidad:

“Comer con los ojos, alimentarse con la mirada. Ver con los labios, conocer con la boca. Los dos principios voraces que han dirigido mi merodear por los bosques y las ciudades, cargada con mi canasta de deseos y apetitos” (p. 12).

Referencias

Clavel, A. (2015). El amor es hambre. México: Penguin Random House.

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