Letras que ab (sorben/sortan) | Una cena, una muerte

Maleni Cervantes

El otro día me puse a reflexionar un poco acerca de lo que escribo en mis columnas y, como era de esperarse, me di cuenta de que en ocasiones hablo desde el estrés y la frustración.

Por otro lado, también concluí que siempre que me doy a la tarea de escribir una nueva columna choco con una muralla que me imposibilita a comunicarme desde lo mundano y lo sencillo, o al menos, así lo percibo de una u otra manera.

Siempre me esfuerzo por traer una lectura con semejante peso que pueda impactar en ustedes desde el primer momento como una piedra lanzada por una resortera a un objetivo certero. Una lectura que pueda causar un antes y un después como lo han causado en mí.

Me gustaría hacer las mejores recomendaciones, o hacer miles de ellas, llevarlos por el camino de una lectura guiada que les parezca cuan lo menos placentera y emocionante. Algo que los motive a adentrarse en el mundo de las letras, como cuando un niño recién explora el sabor de un chocolate con sus papilas extasiadas queriendo más y un poco más.

Pero me pregunto, ¿cuántas veces realmente logro mi objetivo? A lo mejor por querer decir mucho termino por decir poco y de una manera tan insulsa que hace que todos los textos que les recomiendo carezcan de sentido y belleza. Aunado a eso, tal vez no todo el tiempo nos apetece una lectura larga y reflexiva, como las que acostumbro a tratar de desglosar ante sus ojos. Quizá es el momento de dar un giro y mirar a otros horizontes.

De esta manera, en busca de unos minutos de descanso luego de una tarde exhaustiva de trabajo, me encontré con un texto que cambió mi ánimo y que logró que saliera del dilema de «¿qué lectura habré de recomendar esta vez?».

Imagínense que por una vez en su vida se dan cuenta de la ironía que se esconde en una acción tan rutinaria como una cena con sus amigos.

Sus pensamientos se presentan sin filtros al igual que las impresiones de los que les rodean, al menos aquellas que tienen sobre ellos y sobre ese instante en específico.

Es como si de un de repente se dieran cuenta de que hay momentos en los que el egoísmo y el yo están por encima de cualquier otra situación de emergencia. Por lo que, concluyen que en una situación trágica conocen a los que les rodean.

Fingen para luego dejar de hacerlo, se lamentan cuando en el fondo saben que no quieren aparentar una tristeza falsa, ya que realmente sienten una paz y tranquilidad tan placenteras que prefieren poner un punto y aparte entre lo que los une con cierto grupo de personas que creían allegadas a ustedes.

Ahora, piensen que todo eso se une gracias a la muerte y a la comida, y finalizan por reflexionar en una cuestión, ¿qué delimita lo perfecto, lo hipócrita y lo íntimo? O en palabras más certeras: «¿qué tanto tengo de la persona en mis relaciones cercanas que en momentos difíciles reluce mi sombra?”**

Más, a esto agreguen que la lectura de esta ocasión es un cuento que no les lleva ni diez minutos por leer y lo pueden encontrar fácilmente dentro del material de lectura gratuito que tiene la UNAM de manera digital***.

Ana García Bergua es una escritora que todos deberían de conocer. Una mujer que tiene la habilidad de hacernos reflexionar y reír al mismo tiempo. Te lleva a cuestionar la ironía en actos tan comunes como en el caso de Andrés que no es más que el relato de un joven que está conviviendo con sus amigos y fallece durante la cena y cómo estos actúan de acuerdo al momento que se les presenta.

Sin duda alguna, esta escritora me maravilló con su sencillez para demostrar el verdadero rostro humano como si se tratase de un espejo que nos refleja con nuestros desperfectos más comunes.

Por último, solo me gustaría dejarles la invitación a leer este breve cuento y si les gusta (que casi les apuesto un refresco a que sí) a seguir leyendo e investigando a la autora, así como yo comencé a adentrarme dentro de sus cuentos. Es hora de cuestionarnos a partir de la acción más sutil que nos alberga.

**La teoría que habla de los conceptos de la sombra y la persona corresponde a Jung. Donde el menciona que la sombra es nuestro lado oscuro como personas, la parte que dominamos y escondemos para poder encajar en la sociedad. Mientras que la persona es la parte de nosotros con la que convivimos con los demás y, que, por lo tanto hace uso de las normas, reglamentos y estatutos sociales de lo correcto y no correcto. Si desean conocer un poquito más acerca de la teoría les recomiendo el libro de Teorías de la personalidad de la autora Susan C. Cloninger, o directamente leer los libros y textos de Jung.

***Si deseas consultar el material de lectura de la UNAM con respecto a Ana García Bergua, en el cuál se encuentra el cuento, recién descrito, «Andrés», te dejo el link: https://materialdelectura.unam.mx/cuento-contemporaneo/13-cuento-contemporaneo-cat/381-128-ana-garcia-bergua

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