Escribiendo sobre lo que nació para ser escrito | Escritora por valor más allá que por amor.

Por Dayane Ortiz.

Siempre he creído que las letras deciden cuándo y cómo ser escritas. Creo que ellas forjan su camino, su sintonía y su marcha. Creo que ellas deciden cómo será su paso por esta tierra y por aquella hoja de papel. Y aunque todo lo anterior es una mera especulación mía, lo puedo asegurar casi como si tuviera un estudio científico que lo avale, pues en sinceridad, reconozco  que en el camino de vida de mis letras yo solo soy su transporte, solo soy la cara que dan ante su destino, ante sus lectores y ante su historia.

Sé que yo les pertenezco a ellas, y para ser sincera, creo que ellas también me pertenecen a mi. Lo hacen, no sólo por el hecho de escribirlas, si no, porque en lo más profundo de mi ser, sé que las letras son un sentimiento más íntimo, mismo que ni con ayuda de ellas mismas  podría expresarlo. Si se me pidiera hacerlo diría que; escribir es como si la letras se formarán en  una fila, se proyectarán en orden y bailarán un bolero siempre tan calmado y tan suave como para permitirse, mejor dicho, para permitirme ser,  plasmadas por mi pluma, en una libreta colorida de forma francesa que semeja tener flores en la pasta.

Permítanme decir que escribir es un acto de amor y de pasión pero sobre todo es un acto de  valentía,  un acto de mucha valentía y es que escribir va más allá de trazar unas letras para que formen una oración, va más allá de una buena sintaxis, va más allá de una buena ortografía. Escribir es ser elegido por las letras para contar su historia, es tener la capacidad de gritar todo lo que arde dentro de nosotros. Escribir es contar esas historias que nadie sabe pero que a todos nos hace falta leer.

Es por eso que cuando me preguntan sobre mi camino por esta tierra, pienso en el camino que trazan las letras, sé que no es lineal ni fácil pero aunque tenga su complejidad no deja de ser maravilloso. A veces escribir se fija en un camino recto, tan recto que teme a subir o tan alto y con tanta fuerza que teme a bajar y quedarse ahí estancado. Y justo así siento que se siente vivir, porque cuando la vida fluye es un baile liviano, sereno, calmado y armonioso pero cuando la vida no va como nos gustaría, se siente  muerta y vana tal cual como se siente el camino de las letras cuando este no quiere ser trazado.

Sentir una relación estrecha con las letras siempre ha estado en mi, en mi persona y en mi vida. Nunca había notado que tanto eran mías, y qué tanto yo era de ellas hasta hace algunos días que busqué durante horas la manera de que él  me sintiera cerca en un día tan difícil. Pensé en enviarle flores, en hacerle mi famosa gelatina y hasta en irle a visitar, aunque todas las ideas anteriores me parecían maravillosas, sabía que con ninguna de ellas me sentiría cerca y es que aunque estuviera físicamente no estaría presente o no tan presente como quería yo estarlo en ese momento. Así que sí encontré una forma de hacerme presente, mi forma de hacerlo y le llamé para leerle lo que le había escrito. Le escribí algo para estar cerca de él. Y ahí entendí que no hay mejor manera de que yo esté ahí para alguien, que yo esté ahí para mi, que mis letras.

Mis letras siempre serán mi forma de hacerle saber al mundo que existo, que siento, que soy y que estoy viva. Escribo porque abrazo a mis miedos, a mi progreso y acepto mi camino por esta vida. Escribo porque voy con mi destino y con el de la mujer que llevo dentro. Escribo  porque honro la fuerza con la que siento. Escribo porque nací para escribir.

Hoy no me da miedo escribirlas  y menos  que ellas me acorralen, como por un poder divino sé que a ellas  tampoco les da miedo ser escritas, porque a fin de cuentas si me hundo ante ellas, ellas se hunden ante mí y no hablo de un tema de poderes, hablo de un tema de  amor y de aceptación. Aceptamos que no estamos en  lucha, aceptamos que desde nuestra humanidad ambas buscamos lo mismo; escribir sobre lo que nació para ser escrito y en esa búsqueda encontramos nuestra felicidad. 

Y es aquí cuando dejó las preguntas, rompo paradigmas y suelto los enredos. Las letras no me pertenecen, ni yo les pertenezco, pues buscar un sentido de pertenencia en algo que nació para ser, sería desafiar destinos y romper tiempos.

Yo solo sé que nací para ser escritora y que las letras nacieron para ser escritas. Sé que aquello que nació para ser escrito nació para una escritora y que una escritora nació para escribir aquello que por esencia nació para ser escrito.

Así que sí, ninguna de las dos nos pertenecemos porque reconozco que aquello que nació con el fin de darle vida a lo otro desde esencia siempre serán una misma. 

Dayane Ortiz

Hola, me da mucho gusto que mis letras hayan llegado a ti. Soy Dayane, pero, me gusta que me digan DAyis, tengo 19 años y soy una
estudiante de medicina, aficionada con la luna y amante de las letras, pero sobre todo soy una mujer valiente, fuerte y resiliente.
Gracias por la oportunidad al leerme, mi querido lector.

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