Insurrecciones Estéticas | Vidas pasadas: romper los hilos rojos

Por Selvia V. Kotasek

Necesitamos otros relatos, con otros personajes, con otras tramas y otros finales felices, pero también es urgente que nosotras mismas podamos protagonizar todos estos cambios para poder ofrecerles modelos de feminidad y masculinidad alternativos, y ejemplos de cómo relacionarse con amor, cómo resolver los conflictos sin violencia, como relacionarse en estructuras horizontales, cómo tejer sus redes de resistencia frente al patriarcado.

Coral Herrera [1]

El tan sonado “mito del amor romántico” se ha gestado culturalmente de múltiples de maneras, una de las más reconocidas son las películas. Las hay de amor, por supuesto, pero incluso aquellas cuyo tema central no es una relación de pareja, casi siempre contienen un interés romántico que acompaña al protagonista (hombre, claro) para hacerlo ver más valiente, heroico, fuerte o chistoso, a través de otro personaje (femenino, obviamente) generalmente bastante insípido para no opacar a nadie.

Entre las muchas ideas que derivan de este problemático mito, una de las principales es aquella que nos hace creer que el amor, para ser verdadero, tiene que ser producto del destino; mágico, fácil, perfecto, y por supuesto, eterno. Sin importar qué pase. De hecho, se ha popularizado una idea que encierra todas estas características en una leyenda: un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.1

Así, muchas películas e historias de amor giran alrededor de esta idea que nos dibuja un amor escrito en las estrellas que, después de la resolución de algunos conflictos, es feliz para siempre. Afortunadamente, nombrar y caracterizar al mito del amor romántico ha contribuido a que muchas mujeres nos demos cuenta de idealizaciones que nos hacen daño, e incluso podemos relacionar estas ideas con la violencia que vivimos. Esto ha sido un gran avance del movimiento feminista. Sin embargo, todavía se nos dificulta nombrar cómo deseamos vivir el amor en nuestra vida; y esto se debe, entre otras razones, a la falta de referentes culturares que contengan nuevas representaciones sobre el amor.

No es que no haya productos hechos desde una mirada diferente, pero no son muchos y la aplastante cultura hegemónica se los ha comido haciéndonos creer que la estereotipada, es la única manera de representar el amor. Afortunadamente, cada vez podemos acceder más a esas representaciones otras. Prueba de ello, es Vidas pasadas, una película de Celine Song que no ha pasado desapercibida en la cultura popular debido a su participación en la recién terminada ‘temporada de premios’; y que narra la historia de Na Young, o posteriormente Nora, quien emigra junto con su familia de Corea a Canadá, dejando atrás una relación cercana con Hae Sung, su amigo de la infancia, con quien parece no poder coincidir en su niñez y tampoco en su adultez. Las posibilidades interrumpidas abren una serie de cuestionamientos que se ven complejizados al ocurrir en su presente, el cual habita en Nueva York y comparte con su esposo, el también escritor, Arthur.

El concepto central que acompaña esta historia es el inyeon: “si dos extraños se cruzan en la calle y sus ropas se rozan accidentalmente, significa que debió haber algo entre ellos en sus vidas pasadas. Si dos personas se casan, dicen que es porque ha habido 8 mil capas de inyeon a lo largo de 8 mil vidas” cuenta Nora al conocer a Arthur.

A pesar de ser un tema que fácilmente podría caer en clichés, Song evita hacerlo y en cambio, nos ofrece una mirada fresca, con pocos diálogos y un ritmo lento y constante, de eso que atraviesa con frecuencia nuestras vidas, así como las relaciones amorosas: el fantasma del pasado. Ese que se aparece para cuestionar las decisiones realizadas, los ‘hubiera’ y, en el contexto de una pareja amorosa, la fortaleza del lazo. En una versión estereotipada de esta situación, hubiéramos visto un conflicto amoroso que terminaría al ver quién tiene más inyeon con Nora: Hae Sung o Arthur (tengo tantos referentes de amor romántico que casi puedo imaginar cómo sería una comedia romántica de esa situación). 

Sin embargo, a pesar de que pudo haber plasmado los roles que se espera de los dos hombres y la mujer, Celine Song nos regala un retrato alejado de ello, sin que eso implique negar la complejidad de emociones como los celos, la incomodidad o la tristeza. La directora muestra con honestidad las inseguridades que conlleva no saber todo de la otra persona, que en el fondo, es el miedo de no poseerla, una emoción real, pero abordada en un diálogo sencillo entre Nora y Arthur que deja ver que efectivamente, estar en una relación y amar alguien, no está peleado con tener un pasado y una parte de tu vida presente reservada sólo para ti.

Una de las respuestas más comunes en redes sociales a la película fue señalar la excepcionalidad de la experiencia de Nora al relacionarse con dos hombres que resultan ser afectivamente responsables. Mucho se puede decir al respecto, como cuestionar si realmente es así; señalar la importancia de no colocar en pedestales a quienes se muestran responsables; o analizar en qué consiste esa ya famosa “responsabilidad afectiva”. Aunque todo ello me parece importante, por ahora me gustaría señalar lo que para mí resalta respecto a los dos hombres: una representación fresca, aunque irreal, de la masculinidad. Sin intención de construir altares, y mucho menos de traer la narrativa de “las nuevas masculinidades”, me parece que Song logra evadir lo que se esperaría de las dos figuras masculinas, pues ante una situación como la que relata, los celos y la competencia llevarían a Hae Sung y a Arthur a realizar acciones para “marcar territorio”, uno cobijado por el pasado y el otro por el presente. Sin embargo, no es así e incluso, a pesar de la barrera del idioma, llegan a reconocer el inyeon entre ellos.

Esa masculinidad fresca y responsable, parecer ser el verdadero cuento de hadas, porque seamos honestas, ¿a cuántos hombres conocemos así? Sin embargo la ficción en esta historia ya no contiene magia y príncipes azules que se pelean por una princesa indefensa, sino que plantea condiciones que deseamos y merecemos (la famosa responsabilidad afectiva) y lo más importante: una protagonista más real y compleja que, en lugar de esperar el amor mágico, el karma, el hilo rojo o el destino, decide dónde y con quién vivir su historia de amor. Con ello, Song está creando un nuevo referente en el cual imaginar y significar las relaciones de pareja, con personajes capaces de superar las dicotomías de género: activo-pasiva, poseedor-posesión, rescatador-rescatada, héroe-villano y con una narración complejamente sencilla que se distancia de las más comunes dicotomías amorosas: tristeza-felicidad; conflicto-resolución; amor-desamor.

Vidas pasadas se vuelve una historia de amor donde la protagonista marca la pauta de la historia, y no al revés; lo que resulta en una historia no sólo romántica, sino que también puede contar un poco del crecimiento personal de Nora y lo que su origen ha influido en ella, es decir, una historia donde la mujer no se desdibuja en una idea fantástica e irreal. Esto es posible, desde mi punto de vista, gracias a la mirada femenina que escribió y dirigió esta historia. Y no porque las mujeres seamos intrínsecamente anti patriarcales, sino porque hay una intención de plantear una historia fresca, por decir lo menos; e insurrecta, para ser más justas, además de bella.

Creo que Vidas pasadas es uno de esos referentes que andamos buscando. Nuestros nuevos cuentos de amor deben ser aquellos que nosotras contamos y nos narramos sin desaparecer por el otro, donde no esperamos sentadas a ver qué nos deparan las estrellas, sino que salimos a buscarlo. Y no aceptamos menos. Ni por destino, ni por tradición, ni por miedo.

Necesitamos escribir, filmar, cantar, actuar estas nuevas historias de amor. Porque enamorarnos nunca ha sido el problema, sino que el amor haya sido usado para mantenernos oprimidas. Acabemos entonces con esos cuentos del destino, cortemos los hilos rojos que nos mantienen donde no crecemos y no podemos ser nosotras mismas; y tejamos historias coloridas, diversas y complejas tal como sus protagonistas: nosotras.


  1. https://www.lashilanderas.com/las-historia-del-hilo-rojo-las-hilanderas/ ↩︎

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