Hilos Rojos


Por Amelia Serrano Arias

Que bonito el poder de imaginar, te he inventado por 29 marzos ya, juego a crear tu vida y contarme a mi sola historias que tal vez existen o tal vez no. Somos seres extraños unidos por los hilos rojos del universo, por la sangre y por las letras. 

Que curiosa escena la de verte sentado en la sala de tu casa que no conocí, en una silla mecedora en la que nunca me senté, con un libro en tu mano que nunca leí y en la otra la pluma con la que ibas a escribir tu historia que solo iba a escuchar por terceros. Siempre me cuestiono porque la vida no te regaló más agujas del reloj para poder compartir, pero comprendo que en un punto el reloj debe pararse. No devuelvo a la vida los momentos que no fueron nuestros, porque solo han existido en un espacio recóndito de mi cabeza donde te he guardado para imaginarte y que solo seas mío, porque hasta para inventarte me vuelvo egoísta.

Una casa de una planta, una sala con mecedoras y pisos de color verde y negro, la cocina siempre acompañada y una puerta de madera con tela metálica que se mecía según entrabas o salías. La radio a todo volumen donde se escucha tu voz, grabada para la perpetuidad, solemne como se escucha. Un café humeante en espera, en una mesa de madera, donde junto a él reposan las historias que contaste, y las que no me las invento. El reloj marca las doce; ya es hora, basta de alimentar los recuerdos. Vuelta al presente: estoy yo, sentada en la sala: no hay mecedora, no hay radio, no hay café: tampoco vos. Solo existo yo, con mi imaginación, que es el hilo que aún me une a vos. Sé que estás aquí, porque yo lo estoy.

Decido viajar cuarenta años atrás, pensando que ojalá pudiese descifrar los viajes en el tiempo, pero no, solo estoy yo con un lápiz y papel, pero el poder que este me da es mas grande que cualquier otro. Una sala de cine, Clint Eastwood te acompaña en el “Western” donde no despegabas tus ojos de la pantalla. Que bonito verte disfrutar, verte reír, escucharte carcajear, gracias por regalarme instantes que juegan a hacerme creer que estuve ahí. Me siento como un fantasma que te sigue, yo te puedo ver pero vos a mi no, no sabes de mi existencia, o tal vez en este presente vos me podés ver a mi y yo a vos no. Me causa gracia verte caminar por las calles de Choluteca con un maletín de cuero donde todos levantan las manos para saludarte y te regalan sonrisas. Hace mucho sol, mucho calor, tu piel se torna roja y tu pelo rojo como el fuego crea destellos que marcan hasta la persona con el corazón más inhóspito del pueblo. Como te añoran, como te quieren, como yo, 29 años después.

La vida insiste en regresarme a esta sala, donde solo hay una fotografía tuya que ha congelado el tiempo, pero yo sigo tratando de inventarlo. Te tengo enfrente, y me parece admirable como una cámara me pudo hacer el regalo tan enorme de poder verte y como pudo capturar tu esencia. Mientras escucho el tic tac me cuestiono, ¿cómo es posible sufrir una nostalgia que no es tuya? Una nostalgia que no viviste, que tus ojos no vieron, que tu corazón no sintió y sin embargo es la que me acompaña cuando te pienso y es por eso que me escapo otra vez al pasado.

Estamos a 35 años del presente y te veo rodeado de personas que quieren abrazarte, que te admiran, que unen sus manos para aplaudirte. Yo, estoy en medio de ellos admirando el escenario que tengo frente a mi, veo la esperanza que brilla en los ojos de cada alma que puede verte, veo el amor y veo la fe que te tienen. Sos su grito de lucha, pertenecés con ellos en sus historias y tratas de reescribirlas para darles un mejor final. Las palabras te sobran, ya sean habladas o escritas, son tu mejor escudo. Hace calor en la cuna del “Sabio Valle” pero eso no te detiene, das todo incluso por lo que no es tuyo. Quisiera detener el tiempo ahí justo en ese momento, porque sé que si viajo 5 años más adelante este momento memorable va a quedar en tu mente mientras las luchas pendientes ahora serán desde la cama de tu cuarto. Solo que ya no luchás por alguien más si no por vos, por tu vida. Y ahí me quisiera quedar, que me vieras no solo ser un anhelo tuyo, porque eso soy tu anhelo y para mi sos un recuerdo que no viví. Quisiera salirme de mi mente en este momento, porque no quiero inventarte en la enfermedad, pero ahí estás apagando mi imaginación y apagando la tuya porque no vas a conocerme, así como en ese momento la vida se encarga que yo tampoco te conozca. Ese hilo rojo que no se rompe, pero se pierde porque ahora solo me queda imaginarte desde esta silla que no se mece, con un libro que probablemente no leíste, con un café que se ha helado e inventando una vida de una persona que nunca abracé.

Guillermo, yo viajé a este mundo desde donde vos estás, solo que vos te quedaste allá y yo llegué muy tarde. Te proyectaste en el alma más pura que le regalaste al universo, esa alma que me sirvió de portal para llegar al mundo del que vos te fuiste. Gracias por darme el regalo de poder imaginarte, de poder amar cada palabra, de poder ser libre a través de las letras y de poder amar las luchas que son el grito del pueblo. 

Nada de esta narrativa pasó, pero pasa en mi mente a diario donde sos eterno y te imagino y te moldeo a mi gusto, como yo quiero porque ahí nunca me va a hacer falta tu abrazo, abuelo.

Amelia Serrano Arias

Publicado por LaCoyolRevista

No sé quien soy. No ando en busca de estilo, sino de retos.

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