Letras que ab (sorben -sortan)|   La cruda realidad de Fahrenheit 451


Por Maleni Cervantes

Desde hace algunos días, he notado que la falsa modernidad me consume o, mejor dicho, nos consume como sociedad. Y, es que, la vida se compone de un vaivén de rutina, placeres y desmotivación continúa.

Por un lado, los trabajos, para las nuevas generaciones, son cargas excesivas que no respetan horarios laborables y que, además, pagan un sueldo no tan justo para todo lo que exigen.

Desde estos aspectos, a la sociedad no le queda más que una puerta viable, entre todas aquellas que le han sido cerradas: la puerta del hastío. Por lo que, es normal que se busquen placeres inmediatos para saciar ese vacío oscilante que va desde lo pedante de la cotidianidad hasta lo insulso de los sueños a futuro.

No hay nada como llegar a casa, encender alguna pantalla para disfrutar de una buena serie o un montón de vídeos cortos sin sentido, que de alguna manera se roban nuestro poco tiempo libre sin dar ningún fruto a cambio. Acciones que, en consecuencia, provocan la distracción sobre lo que es realmente importante en la vida: la contemplación y creación de la realidad.

¿Qué más da si pierdo el tiempo al ver vídeos de tipos bailando un trend viral o, si me informo únicamente por medio de vídeos que ya no sé si son reales o ficticios?, ¿qué más da si me enfrasco en mis problemas y dejo que el mundo gire?, ¿qué importa si allá hay una guerra, más acá una elección cercana, cuando lo que me interesa es por qué sagitario es más enojón que tauro?

Estoy cansada mentalmente para pensar y tener una opinión propia, me falta tiempo para reflexionar y cuestionarme, pero me sobra para beber y olvidar el contexto que me rodea. No obstante, me atrevo a decir que, estos problemas son los problemas del ahora y de la gran mayoría.

La literatura, el arte, la filosofía, las humanidades en general, quedan de lado ante la necesidad de los avances tecnológicos y la generación de riqueza para unos cuantos que se alimentan de la pobreza de muchos.

Ya no hay tiempo, la sociedad nos educa para actuar de una manera determinada. Entre más domesticados estemos, entre más parecido pensemos, es mucho mejor. La diversidad asusta, el aburrimiento también. La humanidad lleva a la tristeza, y la cotidianidad, con sus asombrosos descubrimientos, conlleva a una felicidad creada, pero inconstante a través de la rapidez de sus impulsos.

Un hombre que se aburre y busca su refugio entre letras que lo enfrentan a la realidad, es un arma que despertará a las ovejas que querrán salir corriendo para enfrentar a los lobos.

En este contexto, y con este pensamiento abrumador que me consume cada noche, llegué a la lectura de un libro llamado Fahrenheit 451 que es una novela de ciencia ficción escrita por el autor Ray Bradbury. En dicho texto, me di cuenta de que hay tantas cosas que ya son una realidad tangible en la actualidad.

La obra nos relata la historia de una sociedad futurista donde prácticamente se prohíbe leer (aunque es una situación, en gran parte, causada por elección propia), y donde los bomberos en vez de apagar el fuego, lo provocan quemando los libros y las casas de las personas que tienen libros. En este punto, la sociedad comparte un vacío y una monotonía que los rige. Las personas ya no tienen la capacidad de la socialización, de la sensibilidad ante los mínimos detalles como una puesta de sol, no tienen un motivo real de vida, sino aquel que se les impone desde que nacen. Por estas razones, se les prohíbe leer libros, para que no rompan con el equilibrio creado que conlleva una felicidad inventada, donde se casan con personas que ni siquiera conocen, o donde sólo importa el conseguir un montón de pantallas para pasar el tiempo.

Esta obra es el descubrimiento de la identidad de un hombre que se dio cuenta de todo lo que les narré en el párrafo anterior. Un hombre que comienza a cuestionar todo a su alrededor: lo incoherente que era su trabajo, la infelicidad de su matrimonio, el por qué le era prohibido aprender y conocer más allá del presente, cuando en el pasado había muchas cosas que le atraían, como la lectura y escritura de los libros.

Pero, sobre todo, el libro en sí, deja la cuestión de ¿qué pasaría si nosotros como sociedad evolucionamos a un mundo sin razonamiento propio, donde todo está limitado a una sola visión como sociedad? Sin embargo, es necesario aclarar que aquí, el término de evolución no lo utilizo como sinónimo de avance, sino como el pasar del tiempo con los cambios que se presentan en las maneras de vivir, es decir, como un simple proceso desencadenado por las consecuencias de las decisiones tomadas a lo largo de los años.

Por otro lado, aclaro que no estoy diciendo que la tecnología sea mala, ni que nuestra sociedad sea completamente absurda, pero sí afirmo que nuestra falta de interés o asombro por aprender cosas nuevas, nos está conduciendo a la decadencia como especie. O siendo un poco menos drástica, al menos nos encaminaremos hacía una nueva época de oscurantismo, pero uno lleno de una falta de tolerancia, empatía y sensibilidad, donde la violencia y egoísmo serán los principales motores culturales.

Bueno, dejaré de lado mi mala vibra y mejor les invitaré a que lean ustedes el libro, comparen la realidad y se dejen llevar por un mundo fantástico y real que los envolverá en una atmósfera de tensión y reflexión continúa. No sin antes cerrar con una cita que les da una probada de lo que es esta novela en sí:

Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía (…). Así, pues, adelante con los clubs y las fiestas, los acróbatas y los prestidigitadores, los coches a reacción, las bicicletas, helicópteros, el sexo y las drogas, más de todo lo que esté relacionado con los reflejos automáticos (Bradbury, 2017, p. 73).

Ahora sí, me despido, y les dejo abierta la pregunta de la ciencia ficción en general: ¿qué pasaría si…? ¿Qué pasaría si nos vemos en la siguiente columna para leer otra sugerencia de lectura?

Referencias
Bradbury, R (2017). Fahrenheit 451. México: Penguin Random House Grupo Editorial.

Maleni Cervantes (1997) nació en Yahualica, Jalisco. Actualmente, es egresada de la Licenciatura en Letras Hispánicas por parte de la Universidad de Guadalajara. Como autora ha participado en distintos proyectos, entre los más destacados se encuentra su columna de opinión “Vagando por las calles” en la revista de Engarce donde trata temas de cultura mexicana. Por otro lado, ha publicado cuentos en diversas plataformas, por ejemplo, en el libro Bajo el paraguas o en la revista electrónica Letralia. Además, ha sido tallerista de escritura creativa para estudiantes de preparatoria por parte de Luvina, la revista literaria de la UdeG. 

Publicado por LaCoyolRevista

No sé quien soy. No ando en busca de estilo, sino de retos.

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