La tuerca del terror: el tratamiento de la inocencia en las obras de Henry James

por Enola Rue

El tema base de las obras de Henry James es la inocencia. Los inocentes, frente a una situación en desventaja con sus antagonistas, solo pueden autodestruirse como única defensa, puesto que la inocencia es la incapacidad de superar sus limitaciones a través de la experiencia.

Para entender mejor este esquema elemental en sus obras, es posible remontarnos a la información biográfica del autor. Henry James fue nacido dentro de una familia aristocrática, donde su abuelo resolvió la situación financiera de la familia para que el padre del escritor pudiera vivir una vida de ocio. Debido a esto, el padre de Henry James dedicó su tiempo a resolver sus dudas religiosas. En Inglaterra se vio influenciado por las ideas del filósofo E. Swedenborg y comprende una teoría educativa que les enseñaría a sus hijos posteriormente: rechaza cualquier dogmatismo, no inculca valores universales a sus hijos, sino que mantiene la amplitud de ideas y valores parciales que ellos puedan aprender de todo tipo de vida y de toda clase de experiencia.

De modo que la familia se mueve de un sitio para otro como consecuencia de este principio educativo. Los hermanos James se educaron en una serie de escuelas en Nueva York, en Ginebra, en París, entre otros lugares; o bien, tuvieron tutores o institutrices que los educaron en la historia de Alemania, Francia, Italia, Suiza y visitas turísticas a museos, castillos y palacios. El contacto infantil de Henry James con todo este conocimiento forma los cimientos de su concepto de los europeos y su propia figura como extranjero.

Henry James se ve a sí mismo como el mejor americano, es decir, dotado de condiciones intelectuales y de carácter, uniendo la cualidad europea del refinamiento y la sensibilidad dadas por la cultura. A grandes rasgos, la bondad natural unida a la educación y a la cultura da nacimiento al tema base de sus obras: la inocencia.

Ahora bien, el primer tratamiento de la inocencia se compone del extranjero enfrentado al nativo, donde el conflicto siempre resalta la inocencia del primero. El desenlace de la situación resulta fatal, ya que nunca logra comprender las circunstancias diferentes a su modo vida cotidiano, por ello, el protagonista es destruido por los antagonistas. Ejemplos de este primer tratamiento lo constituyen obras como El americano, 1877; Un peregrino apasionado y otros cuentos, 1875; Roderick Hudson, 1876; Daisy Miller, 1879.

De hecho, Henry James en 1904 y 1905 viaja por toda la costa atlántica desde Nueva Inglaterra hasta Florida, lo cual daría como resultado la redacción de El americano, en la cual narra sus impresiones de viaje desde la perspectiva de un americano largamente ausente de su patria, que la contempla y reflexiona sobre los cambios que advierte en ella.

En obras como El alumno, 1891; Lo que Maisie sabía, 1879, el inocente es un niño perdido en el mundo de los adultos; en este caso, también el desenlace será la muerte del niño provocada por los antagonistas, los adultos.

Además, elabora un tercer tratamiento de la inocencia en el mundo intelectual y artístico. El enfrentamiento se lleva a cabo entre el artista inocente frente a la sociedad vulgar e insensible que, a veces, lo acepta y lo utiliza para finalmente tirarlo. El final irremediable es la muerte del artista, ya sea por cansancio, o por tristeza, o por frustración; por ejemplo, en La lección del maestro, 1892; El autor de Beltraffio, 1885; La muerte del león, 1894.

Por consiguiente, el inocente es presentado como un ser indefenso, de gran capacidad intelectual, pero enfrentado a una situación que no ha provocado y de la cual ha de salir malparado, si no totalmente destruido. Es una víctima sin la más mínima oportunidad de defensa.

A partir de los años noventa, Henry James concibe un último tratamiento de la inocencia: el mundo natural frente al mundo sobrenatural. Es un enfrentamiento entre adultos cultos, flexibles y de gran sensibilidad con el mundo sobrenatural, ante el cual no pueden defenderse. Precisamente, en Otra vuelta de tuerca, de 1898, se advierte un doble plano de enfrentamiento: por un lado, el adulto inteligente con el mundo sobrenatural y, por otro lado, el de los niños con el mundo de los adultos, para ellos ininteligible. En otras palabras, en el nivel inferior, el mundo infantil; en el superior, el mundo sobrenatural; y en el medio, como una especie de puente, el mundo adulto.

Para los lectores de fin de siglo, la inclusión de dos niños como protagonistas de una historia de terror y su reacción ante los fantasmas debió constituir toda una novedad. De hecho, los niños habían estado excluidos casi siempre de este tipo de historias.

«Si opinan que, por tratarse de un niño, se da una vuelta de tuerca, ¿qué dirían ustedes de una aventura que les pasó a dos criaturas», esto nos dice Douglas, el personaje de Henry James en Otra vuelta de tuerca, para despertar la curiosidad de los invitados con una historia estremecedora por su horror y dolor, que por primera vez sería contada a dichos oyentes.

A primera vista, la historia parece poco sorprendente. Una joven institutriz llega a una mansión en el campo para encargarse de dos niños huérfanos. Luego de su llegada, la joven advierte que los niños reciben la visita de sus antiguos preceptores, Peter Quint y la señorita Jessel, quienes habían muerto hacía mucho tiempo. Debido a esto, la institutriz, horrorizada, busca proteger a los niños, Miles y Flora, buscando interponerse entre ellos y los fantasmas.

Ramón Buckley sostiene que la historia tenía muchas vueltas de tuerca y que había que llegar hasta el fondo para encontrar el mensaje escondido. Es sabido que Henry James pone la historia desde la perspectiva de la institutriz, quizá en ella pueda estar el tornillo de la historia. De esta forma, sería posible estuviera escrita de forma que los acontecimientos pudiesen ser cuestionados por el lector.

El hecho de que sea la narradora no es accidental, Henry James siempre tenía en cuenta desde donde se narraba su historia. Por consiguiente, el punto de partida para cualquier interpretación ha de ser la figura de la institutriz.

Ciertamente, en su Teoría de la novela, el autor sostiene que la narración en primera persona consiste en que el narrador es el sujeto y el objeto de la narración, es decir, lo narrado sale de él y vuelve a él. Entonces, todo acontecimiento se sucede por las palabras de la institutriz, las cuales nos describen a la mansión Bly, a los niños, a los fantasmas; sin embargo, ella se está narrando a sí misma.

La tuerca del terror, por ende, dio una vuelta y creó una narración que dejó fascinados a lectores y críticos por igual, siendo incapaces de llegar al fondo de esta. La figura del inocente llega a su auge con Otra vuelta de tuerca, donde una vez más demuestra que la bondad e inteligencia naturales de los protagonistas nunca serán suficientes para enfrentar un conflicto que no han desatado, pero que sin duda habrá de destruirlos.

Publicado por Enola Rue

Enola Rue es una estudiante de la Licenciatura en Letras en la FaHCE (UNLP), ha sido escritora mucho antes de conocer lo que esa palabra significa, el mundo literario es y será su alternativa de vida más importante. Actualmente, posee un blog llamado Indie tear. Entre sus obras, la obra más conocida es "¿Qué dice la margarita?", ganadora del 2° lugar en el concurso Clásicos Romances (2018). A su vez, su cuento "No se admite ser para la muerte" fue publicado en el libro "Esa otra voz" por la Editorial Rubin. Ha descubierto que sus obras son un eterno intento de mostrar su irrepetible forma de ver el mundo y traer esta experiencia a los lectores.

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